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De ingeniero a formador de salones y proveedores de belleza: lo que aprendí en el camino, te puede servir, sigue leyendo. 

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 Posiblemente, no nos conocemos, así que empecemos claro: no soy contador, administrador ni experto en finanzas. Tampoco tengo un salón de belleza. Quiero ser bien honesto desde el principio.

Creo que la honestidad es lo más importante para iniciar una relación con el pie derecho.

Estudié ingeniería en mecatrónica, pero nunca ejercí.

Desde que me gradué, me lancé al mundo de los salones de belleza para vender productos profesionales y ser proveedor.

Sinceramente, al principio no sabía lo que hacía.

Solo buscaba ganar más dinero porque los trabajos que encontraba no llenaban mis expectativas de lo que quería ganar.

Recuerdo que algunos me decían:


"¿Tanto estudiar para terminar vendiendo en la calle y recibiendo 'no' tras 'no'?"

¿Sabes qué? Tenían razón.

Tocar puertas y enfrentar el rechazo era complicado para un muchacho de 24 años, en aquel entonces, con ganas de comerse el mundo.

Y con tantos proveedores visitando los salones, la competencia era feroz.

Pero algo curioso pasó.

Me di cuenta de que para vender más no bastaba con convencer a los clientes.

Era clave que, para mi próxima visita, ya hubieran vendido todo lo que me compraron.

Si quería que me compraran más, yo tenía que ayudarlos a vender más.

Así que empecé a aplicar lo único que sabía: la ingeniería de procesos, pero esta vez para mejorar negocios de belleza.

De repente, estaba leyendo sobre administración, comunicación, psicología, incluso sobre la biología del cerebro humano.

Quería entender a los estilistas y a los dueños de salones.

Y sí, todo lo hacía porque quería ganar más dinero.

Al fin y al cabo, ¿quién pone un negocio solo por amor al arte?

Aprendí algo importante: no se trataba solo de estilismo; se trataba de dar estructura a esos negocios.

Y con cada cliente que crecía, mis ventas también aumentaban.

Pronto me di cuenta de que tenía un don para explicar.

2,500 personas reunidas en un evento me lo confirmaron, cuando les di una clase.

Poco a poco empecé a capacitar proveedores y dueños de salones.

Llegué a ser director comercial de AVYNA, una de las marcas más vendidas en México, donde pulí mis habilidades en marketing y ventas.

Las personas escuchaban, aplicaban lo que compartía y comenzaban a ver resultados.

No solo vendían más, sino que lo hacían con satisfacción, pasión y amor por su trabajo.

De todo esto surgió una ideología que hoy aplico a todo lo que hago:
la venta es ayudar.

No se trata de convencer, sino de dar:


Dar razones, soluciones y, sobre todo, dar el primer paso hacia la acción.

Ahora me dedico a compartir estas estrategias con quienes quieren hacer crecer su negocio, ya sean dueños de salón o proveedores.

Te prometo que en mi newsletter encontrarás relatos e ideas que te mostrarán soluciones donde menos las esperabas.

No te prometo éxito ni clientes inmediatos; eso depende de ti.

Pero sí te aseguro que verás las cosas desde una perspectiva nueva y útil.

La mayoría de las personas sabe lo que tiene que hacer, pero pocas se animan a hacerlo. ¿Serás tú quien dé ese paso?

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